lunes, 11 de agosto de 2014

El poder de la armadura de papel.

CONSUMO. La suya puede que sea más potente que la mía, o al revés. Yo no se la he visto a mucha gente. Sin embargo, cuando estoy en el supermercado y los clientes me la ven a mi, se quedan mirando como si tuviera un bicho raro en mi mano. Estos hechos son más que flagrantes, la gente no utiliza armadura en el supermercado.

Realizar la compra en estas superficies es una tarea frecuente que apenas planificamos por escrito. Por lo tanto, como toda tarea no planificada, conlleva sus riesgos. En este caso los riesgos serían los siguientes: perder más tiempo entre los lineales, convertirse en carne de cañon del poderoso marketing y/o dejarse llevar por la recurrente publicidad. Conclusión, gastarse más dinero del que debiéramos haber gastado. ¿Quién no ha cogido un snack de chocolate en la caja por simple antojo? ¿A sido provocado o antes de entrar en el supermercado usted ya sabía que necesitaba comprar un snack de chocolate?

Lo primero que habría que tener claro es cuándo empieza una compra. Ésta debería de comenzar con unas necesidades y una lista de artículos determinados para satisfacerlas.


Cuando vamos al supermercado sin haber hecho la lista de la compra, o llevamos ésta en la cabeza, somos susceptibles de ser víctimas de lo que yo llamo "soldaditos de lineal". Veamos porqué.

Si entramos a un supermercado podremos ver que todo está organizado de forma estratégica para las personas que no hacen la lista de la compra en casa. Y es que, entrar a un supermercado sin la lista de la compra es como ir a la guerra con una pistola de chocolate.

No es de esperar que detrás de una disposición en el lineal haya habido una negociación previa del vendedor del producto con el "manager" del campo de batalla o supermercado. Muchas veces veremos que en un lineal sólo abunda un tipo de leche. ¿Qué pasa? ¿Esa leche es mejor? No, simplemente esa marca pretende acaparar tu atención con más soldaditos o packs de un litro en el lineal que están compitiendo con los de otra marca que tiene un número inferior. Señoras y señores, cada producto es un soldadito vendido por el jefe de un bando o marca para luchar en el campo de batalla por una misión: ser comprados antes que sus competidores.

La mayoría de veces nos dejamos llevar por lo que nos transmiten esos soldaditos, o más bien, la marca que llevan en su traje. Por dentro, no debemos olvidar que muchas veces están hechos del mismo material pero destinados a cumplir misiones distintas: ser comprado por un precio mayor. 

Un soldadito comunica algo a tu mente que los otros no llegan a comunicar con la misma intensidad, eso que comunican es la marca del producto. Es una sensación que despierta algo en tu cerebro y se representa físicamente por un sello que llevan estos soldaditos. Es decir, estos soldaditos se diseñan acordes a lo que tú piensas de esa marca para despertar esa sensación en tu cerebro y ser los elegidos en tu compra.

En ese momento tú has perdido la batalla, has dejado de comprar una necesidad a comprar una sensación. O lo que es lo mismo, has dejado de comprar un reloj para saber la hora a comprar un reloj para decir la hora, ¡el mítico "Caso Rolex"!

Hoy en día es muy dificil ganar la batalla porque el ser humano es estudiado hasta niveles que no podrían imaginar: desde dónde permanece más tiempo la pupila cuando usted está entre una serie de marcas hasta qué zona del cerebro se estimula ante esa situación, etc...A esa ciencia se le llama neuromarketing.

No obstante, una forma de ir preparado a la batalla es no permitir que el supermercado nos haga la lista de la compra in situ. Para ello, lo más normal es que planifiquemos sin ningún soldadito delante de nuestra vista y seamos fieles a esa planificación sabiendo las consecuencias del no cumplimiento de ésta.

El detalle de la armadura de papel hará que podamos tener el control de nuestra compra y elegir de forma concreta, en el menor tiempo posible, al soldadito que va a satisfacer nuestra necesidad. Y al mismo tiempo, salir victoriosos al derrotar a aquel que intentaba satisfacer una necesidad falsa provocada artificialmente en el momento de la compra.





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